Quién diría que la flor al florecer buscará marchitarse
Al principio el exterior no tenía voz, era silencioso, mudo, sin nada que decir, luego el murmuro de la lluvia lo llevo a la perdición.
Derramo tinta sobre las primeras páginas de la historia, historia en la que sin tener un inicio ya podías leer desgracia y tristeza.
La tinta derramada sobre las primeras páginas de la historia era acompañada de un café amargo. A lo lejos, pudo escuchar sollozar a la noche y pequeñas gotas frías se le comenzaron a pegar al cuerpo, la lluvia le murmuro; fría y destructiva, los cabellos se le pegaban a la piel como si pertenecieran realmente a algo que no fuera el viento que los mecía. El reloj comenzó a sonar, las horas se hicieron presentes y el tictac le hizo eco en los oídos, miles de pensamientos se depositaron en él y lo hicieron telarañas.
Podía sentir los suaves dedos del aire sobre él, como pequeñas caricias y al observar la obscuridad, está misma le gritaba como un ladrido feroz de cualquier temido animal salvaje.
Un miedo instantáneo le atravesó y lo llevo a acariciarse los pies fríos el uno con el otro, reconfortándose.
El miedo podía ser peligroso, lo sentía pegajoso y no lo quería adherido a él.
La noche comenzó a palidecer mientras más la observaba y aún no había plasmado una sola oración en aquellas hojas llenas de tinta y una historia rota.
Un minuto antes y todo hubiera sido diferente. Pero dime tú ¿en qué inviertes los latidos de tu corazón? Él no lo sabía y quizá tú tampoco lo sabes.
A primera vista soltarías al azar que la vida le estaba gastando una mala broma, él te apoyaría; sentía como si la vida lo hubiera hecho un camaleón, pero le hubiese prohibido cambiar de color…
¿Ilógico, no lo crees?
Un arrebato, un impulso, ambos, lo que fuera, pero esa sensación de adrenalina en el cuerpo lo llevo a plasmar las primeras letras haciendo que los dedos de los pies se le aizaron.
Ojalá hubiera sabido que la tinta derramada era un suceso raro.
Conforme iba escribiendo, iba sintiendo vergüenza de la historia, las gotas saladas que le recorrían el cuerpo ya no las sentía, aunque estas se le metieran entre las grietas de su piel.
Hubiera preferido que las páginas siguieran solo con ese manchón de tinta o en blanco, vacías y sin vida, pues dentro de su mente no existe una mínima gota de cordura.
Con anhelo desea saber qué busca, a quién quiere o al menos saber si puede llegar a querer. En la soledad de su cotidiana vida, anda sin rumbo, tiene demencia, alucina con ser querido.
“No, no me preguntes como te he traído a la vida estando ya muerta. La idea de una vida después de la muerte, el que estés aquí sin una forma humana…”
La noche se prestaba para eso, lucia aterradora, por desgracia, conforme pasaba el tiempo los resultados plasmados no iban con un rumbo fijo,
¿Cómo comenzó la historia? ¿Cómo terminara la historia?
La parte que lo frustraba de escribir, era que lo hacía para personas que ya estaban muertas, con las que quería hablar.