Dicen que existe un reino donde solo pueden entrar los nobles y los faltos de amor se arrastran como culebras por los suelos amarrados de un hilo a su cabeza; tirando del dolor que le han causado a otros.
Arañando a las sombras y culpando de sus penas al amor.
Cuando el amor muere, no muere, solo termina, pero nosotros despertamos en el olvido, un olvido que pesa y te arranca la vida en cada suspiro del alma. El amor no muere, no se hace cenizas y ni tus cenizas ni las mías serán llevadas por la brisa del viento, tampoco arderán en fuego…
Cuando el amor termina cae en un cielo vacío; perdido, en soledad. Su amor ahora ya no los quiere y el desamor se siente.
Se firme, no débil.
Acepta que no te buscara ni tú deberás ir tras de sus pasos, no seas desgraciado, se firme.
Los nobles viven en una jaula de oro, porque a día de hoy no saben qué aman cuando se ama, no saben a quién aman cuando aman y no saben qué buscan cuando buscan, ni qué encuentran cuando lo encuentran. Desgraciados.
¿Se han preguntado como aquellos perdidos terminaron perdidos?
Quien un día fue noble y amo a quien su amor maltrata y maltrata a quien su buen amor busca queda ingrato y el ingrato desgraciado es, por no querer a quien le quiere y buscar como mejor partido a quien no le quiere.
¿Ahora quién los amara? ¿Ahora de quién se enamorarán?
De tanto desgraciado hasta yo me volví ingrata y a mi paso voy dejando fragmentos, fragmentos llenos de dolor, de esos que rompen y dejan heridas, de los que te hacen querer a los que no te quieren y encontrar lo que buscabas con tanto anhelo, pero sin saber ya amar.